Por: Pável Gaona
Recientemente se ha viralizado un texto que dice “no somos y nunca fuimos Barbie”, argumentando que la muñeca ayudó a crear una serie de estándares imposibles de cumplir para las mujeres. Un mundo donde blanquitud y un cuerpo estilizado era sinónimo de belleza, y todo aquello que quedara afuera era visto como inferior.
Hasta ahí todo bien: es urgente y muy necesario criticar todo lo que la industria cultural ha hecho para inocularnos todo tipo de juicios y prejuicios respecto a lo que es considerado bello y lo que no.
Lo que me deja un sabor agridulce es que critica a las personas (especialmente a las mujeres) que están genuinamente emocionadas por la película y están buscando sus outfits rosas para ir a ver la cinta de la muñeca más famosa del mundo.
Por supuesto, yo, hombre cis, no voy a decirle a las mujeres lo que sí o lo que no pueden ser. Ni me corresponde ni quiero hacerlo. Lo que sí hago es hablar como parte de un grupo de personas para las que Barbie es mucho más que una muñeca de cabellera rubia y medidas irreales.
Barbie, para muchos hombres de la comunidad LGBT+ y personas queer —entre los que me incluyo— representa una suerte de escape: mediante el slogan “tú puedes ser lo que quieras ser”, nos dejó claro que podemos fluir y alcanzar esa versión de nuestra persona que socialmente nos fue negada. Porque como diría el personaje de La Agrado en Todo sobre mi madre: “una es más auténtica cuando más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
De pequeños, muchos de nosotros queríamos jugar con Barbies y en su lugar Santa Claus o Los Reyes Magos nos traían carritos, G.I. Joe (claro: gran idea darle a un niño un muñeco súper musculoso para hacerlo más “masculino”) o cualquier otro juguete diseñado “para niños”. Hoy, años después, reclamamos nuestro derecho a vestirnos de rosa. A comprarnos esa muñeca que no nos dieron y a veces hasta A SER esa muñeca.
Ahora bien, respecto al tema de los estándares de belleza: cabe aclarar que si bien Barbie durante muchos años tuvo esa imagen de mujer irreal, en décadas ha cambiado muchísimo en apariencia y discurso. Ya no solo es la muñeca rubia que nos viene a la mente: hoy hay Barbies de todos los orígenes étnicos, de cuerpos diversos, con prótesis, con vitiligo. Barbie, quien comenzó simplemente “siendo bonita”, ha sido también maestra, científica, astronauta, presidenta (y con una vicepresidenta siendo su apoyo incondicional).
Por último, no olvidemos que la directora de esta película es Greta Gerwig, una mujer que a través de películas como Mujercitas o Lady Bird, ha mostrado tener siempre una óptica y una energía empoderantes que muy seguramente encontraremos también en esta película. No es casual que uno de los slogans promocionales de la cinta sean “She’s everything, He’s just Ken (ella lo es todo. Él es solo Ken). Además Margot Robbie está cada vez más involucrada en papeles de fuerza femenina y ha producido cintas donde el feminismo juega un papel importante.
Así que sí: muchos de nosotros tal vez por represión familiar o social no fuimos Barbie. Pero sí lo seremos y estaremos felices de ir al cine vestidos de rosa a reír y pasar un momento de felicidad, nostalgia y seguro con algunas cápsulas de crítica social gracias a la visión de su directora. Reiremos y nos identificaremos con una historia actualizada a las narrativas actuales que van más allá de promover ideales inalcanzables de belleza.
Yo no fui Barbie, tristemente. Pero sí reclamo mi derecho a serlo. Porque puedo ser lo que quiera ser.