¿No les pasa que ustedes están ahí, tranquilos siendo gays, sin molestar a nadie y de repente llega alguien con una pregunta estúpida tipo “¿pero cuándo empezaste a ser gay o cómo?”?

Amigos, amigas, amigues, nos ha pasado a todas, a todos y a todes. No estoy hablando de la gente homofóbica, vamos a dejarlos a un lado porque dan mucha hueva. Estoy hablando de esas personas que no mal intencionadamente nos hacen tener que dar explicaciones.
Entiendo perfectamente que debe ser muy raro encontrarse con seres humanos tan fabulosos como nosotros.

Lo que pasa es que las mujeres hetero son de Venus, los hombres hetero de Marte y a la persona que asignó planetas se le olvidó que existimos nosotros, no lo culpo, es nuestro error, venimos en presentaciones muy similares a las de los heterosexuales, confundirse es fácil, díganselo a mi yo de 14 años enamorándose de un hetero nuevo a cada minuto, en mi defensa no todos conservaron su heterosexualidad años en el futuro, lo que prueba que mi gaydar no era el que estaba fallando, lo que nos falló fue la sincronía a la hora de salir del clóset. Y hablo de la primera salida del clóset, la que es contigo, esa en la que nos tenemos que auto-explicar que a algunos niños les gustan las niñas y a otros los niños y lo mismo con las niñas sólo que en su caso a todas las niñas les gustan las niñas y sólo a algunas también los niños. Solo bromeo.
No hay cuento infantil que te explique eso. Nada de princesas cortejando princesas ni caballeros cortejando caballeros, y a mí sí me hizo falta un cuento gay para no dormir por las noches pensando que había algo de verdad mal conmigo.

Así que la primera explicación que tenemos que dar nos la damos a nosotros mismos. Hoy en día hay información, gracias al cielo. Antes sólo teníamos a Pepe y Teo (también, bendito el cielo), aunque en mi caso los descubrí tarde, ya era demasiado gay y había tenido que aprender a la mala algunas cosas. El video de Soy Sola habría resultado particularmente útil.

Pero atravesada esa frase de autodescubrimiento tenemos que enfrentarnos a lo que viene, a la tradicional salida del clóset, o como lo llamo en mi caso, la fase “bueno sí, ¿ya?, sí soy gay”. No voy a profundizar mucho en cómo salir del clóset es una lata, sólo quiero señalar algunas cosas que parecen muy obvias pero que hay que explicar en esos momentos:
1) Ser gay no es lo mismo que ser trans.
2) Aunque fuera trans, también eso estaría ok, ¿ok?
3) Nadie me convirtió.
4) Para empezar no “me convertí”.
5) Sí, estoy completamente seguro, de hecho por lógica, es más fácil que el que esté confundido seas tú, yo ya sobreviví al “Campamento de entrenamiento heterosexual 24/7, sé un macho no un marica” o como algunos lo llaman “infancia”, y aun así soy gay, muy gay.
6) Sigo siendo un ser humano normal, no tienes que tratarme diferente.

Y justo al final de esa aclaración es donde empieza una vida llena de explicaciones absurdas que, puta madre, son necesarias.
En primera está el VIH, un virus asociado con la homosexualidad desde su aparición en los 90. Lo malo: la comunidad NO-gay decidió que ESE era NUESTRO problema y por ende la desinformación que existe en torno a esa enfermedad es ¡abrumante!

No hablemos sólo del hecho de que ellos creen que sólo nos da a nosotros, o que tener VIH es lo mismo que tener SIDA y que tener SIDA es igual MUERTE, o de que es algo que “nos da” y no algo que se transmite y que además no saben cómo se transmite. No, no, no. Hablemos de cómo el sólo desconocimiento de lo que es, genera pánico en nosotros. El homosexual común no sabrá que tiene que hacerse una prueba cada seis meses en caso de tener una vida sexual activa, ni sabrá cómo prevenirla, ni cómo se transmite, ni qué otras enfermedades existen hasta que su vida sexual ya lleve un buen rato de haber comenzado y todo esto por la desinformación. Pero lo más preocupante, lo verdaderamente alarmante, es que la mayoría de nosotros creceremos con un miedo desproporcionado a la enfermedad. Viviremos con un pánico infundido en nosotros por esa desinformación, por el estigma y por la discriminación, lo que permeará nuestra vida sexual con ansiedad, culpa y miedo hasta que entendamos que tener VIH no va a matarnos, que hay muchas formas de prevenirla y que no es algo más simple de lo que pensamos.

Podría extenderme con este tema pero eso será para la otra, volvamos a las explicaciones, las del tipo “cómo funcionan nuestras relaciones”, las del por qué parece que inventamos las relaciones abiertas y el poliamor. Hay un desconcierto generalizado y ciertamente morboso sobre los pormenores de nuestras actividades sexuales, sobre cómo decidimos nuestros roles durante el acto, como funciona anatómicamente, o dónde se mete o dónde se pone cada cosa, y entendemos que tengan dudas, lo que no entendemos es por qué deciden manifestarlas existiendo google y xvideos.

A menudo tenemos que no es que tengamos más sexo que ustedes es que somos más abiertos al respecto o que no se le da el lugar de “mujer” y el lugar de “hombre” a ninguno de los dos (o tres o cuatro) en nuestras relaciones. Que las líneas entre lo masculino y lo femenino se quebrantan más fácil en nosotros y que por eso no podemos identificarnos con los hombre ni con las mujeres para las que este mundo está hecho, porque nosotros no nacimos para el mundo que habitamos así que decidimos acoplarnos a él hasta el momento en el que nos dimos cuenta de que era hora de que el mundo nos diera un lugar y que para eso habría que cambiarlo.

Los cambios son escandalosos. Nuestra revolución lo es. Y no hacemos este escándalo para llamar la atención ni para demostrarles algo siendo lesbianas, trans, bisexuales o gays. Lo hacemos para sobrevivir.
Dije que esto no era un reclamo y no lo es. Yo no sólo entiendo que tengan dudas sino que también lo celebro. Eso nos dice que dejaron de vernos como algo que hay que odiar o ignorar y empezaron a vernos como algo que al menos quieren entender. Ahora saben que somos como ustedes y que lo que nos hace diferentes son casi trivialidades. Y saber que lo saben nos hace sentir parte de este ancho mundo, así que gracias por permitirnos explicarles qué es esto de ser gay, o bi, o lesbi, o trans.

¿Pero a nosotros? ¿A nosotros quién nos explica? ¿Quién nos explicó el amor, el amor NO-heterosexual? ¿Quién nos explicó a los más ortodoxos que no tenemos que renunciar al sueño de la boda y los hijos? Nadie. Tuvimos que aprenderlo nosotros solos. Tal vez sí es un poco un reclamo porque ustedes tuvieron Quíubole y a mí Quíubole me sirvió para un carajo. Perdón Yordi, estoy bromeando… o tal vez no tanto.

A lo que quiero llegar con esto de mi homosexualidad es a que finalmente estoy entendiendo que ser gay sí es ser diferente y que ser diferente está bien porque abre perspectivas y esa es una bendición, y que tenemos que explicarle a este raro mundo construido para odiarnos que nuestra existencia y la existencia de nuestras diferencias es maravillosa porque a través de nuestras vidas hemos tenido que luchar, más que menos, por nuestro derecho a vivirlas.

Esas explicaciones que tenemos que dar, son una cosa tal vez sin importancia, pero es algo de lo que creo que merece la pena hablar. No es un reclamo ni es una queja pero ¿no les gustaría vivir en un mundo en el que no tuviéramos que dar explicaciones? En el que pudiéramos saltarnos la parte de la angustia y el desmembramiento de nuestra paz y de nuestra autoestima para ir directo a la parte de ser quienes somos y amar a quién queramos, empezando por nosotros. Lamentablemente o no esa es una utopía a la que sólo llegaremos atravesando por estas explicaciones porque al fin y al cabo son ellas la huella que estamos imprimiendo en el mundo y son necesarias porque a través de ellas construyamos ese lugar genial y utópico; son andamios y cimientos para que el día que nos alcance la historia no haya que explicarle nada a nadie y solo baste decir “soy gay”, sin ninguna nota al pie, y ninguna consecuencia.