Kristen Stewart Debuta Como Directora con un Poema Doloroso y Queer Sobre Supervivencia: The Chronology of Water
La ópera prima de Kristen Stewart es una carta cruda, íntima y queer sobre trauma, deseo, identidad y escritura como salvación
Kristen Stewart, ícono LGBTQ+ y rebelde del cine independiente, se lanza a la dirección con The Chronology of Water, una película que no solo conmueve, sino que sacude. Basada en el libro autobiográfico de Lidia Yuknavitch —autora bisexual, feminista y punk de corazón—, la cinta retrata el viaje de una mujer que sobrevive al abuso, se abraza al deseo, y se rehace desde las ruinas a través de la palabra.
Con una Imogen Poots completamente entregada al papel de Lidia, Stewart crea un retrato sensorial y no lineal de una vida marcada por el trauma, pero también por el amor, el arte, el sexo y la fluidez. Todo esto bañado en imágenes líquidas, en poesía visual, en un montaje que apuesta más por la emoción que por la lógica tradicional del cine narrativo. Aquí el dolor no se explica: se siente, se atraviesa.

Lidia, una joven nadadora criada en un hogar marcado por el abuso sexual de su padre y el silencio cómplice de su madre, escapa al agua, las drogas, el sexo y la literatura. Se enamora de hombres y mujeres, se pierde y se encuentra una y otra vez. En ese proceso, se enfrenta a su cuerpo, a su rabia y a su deseo queer. Es una historia queer no porque se nombre así, sino porque rompe las estructuras, porque desafía las normas de género, porque muestra una identidad en constante transformación.
Stewart filma casi todo en primeros planos, como si estuviéramos leyendo el diario más íntimo de alguien que no sabe si quiere vivir o desaparecer. No hay explicaciones: solo imágenes cargadas de sentido. Lidia no es una víctima tradicional, ni una heroína de superación. Es contradictoria, compleja, real.
En el corazón de la película está la pregunta: ¿cómo se sobrevive cuando te han arrebatado la posibilidad de saber quién eres? La respuesta no es sencilla, pero en The Chronology of Water está llena de cuerpos, de fluidos, de palabras y de fuego.

Es una obra profundamente queer, no solo por la sexualidad fluida de su protagonista, sino por su estructura, por su lenguaje, por su resistencia a encajar. Como Lidia, la película se niega a ser domesticada.
Y sí, Kristen Stewart lo logra. No solo dirige: arde. Y con ella, arde una nueva forma de contar historias de mujeres, de sobrevivientes, de escritoras, de personas queer que, pese a todo, siguen respirando.