One day I’ll grow up, I’ll feel the power in me. Antony and the Johnsons
César Ulises Arellano Camacho fue encontrado muerto este domingo en la barranca de Huentitán, a las afueras de Guadalajara. Tenía 18 años, estudiaba medicina, era gay y con todo un porvenir. Al principio se creyó que había sido desaparecido por el crimen organizado pues se le buscó durante 5 días pero, según la Fiscalía de Jalisco, Ulises se suicidó al colgarse de un árbol y dejó una nota en la que decía que no había sido feliz y pedía que no se hiciera ningún escándalo por “esto”. Su ex novio, Gustavo Cuevas, escribió en sus redes sociales que Ulises no tenía una familia unida, que había tenido episodios de depresión y que lo creía capaz de hacer lo que hizo. Otros de sus compañeros escribieron que César Ulises tenía poco de haber salido del clóset y que por eso lo acosaban y molestaban en la escuela. Tal vez todo eso lo orilló al suicidio.
Entre finales de 2010 y principios de 2011, se dio en Estados Unidos una ola de suicidios entre adolescentes gays por la misma razón. En ese momento un grupo de cantantes, Ricky Martin y Lady Gaga entre ellos, lanzaron la campaña It Gets Better (que podría traducirse como “Se va a poner mejor” o “Va a mejorar”) para apoyar a todos los adolescentes que estuvieran siendo acosados y animarlos con un consejo: sí, la adolescencia es una etapa difícil… pero el asunto se va a poner mejor. En pocas palabras, si tienes paciencia, si logras superar esa dura etapa, puedes vivir plenamente siendo quien realmente eres.
Cuando se es adolescente, y además gay, los miedos y las negaciones se intensifican, la sociedad nos exige que seamos de cierta forma y nosotros queremos ser aceptados por todos y en todos los momentos. No es tan fácil sobreponerse a las burlas, a los insultos del gañán del grupo, a las bromas pesadas (la “carrilla”, le decimos en México). A principios de 2011, inspirado por esa ola de suicidios entre adolescentes gays un DJ estadounidense creó el blog “Born gay, born this way” (Nací gay, así nací) en el que quien quisiera podía compartir una foto y un pequeño texto con el que explicara cómo supo que era gay desde niño. El 19 de septiembre de 2011 se suicidó Jamie Rodemeyer, un adolescente de 14 años que vivía en Buffalo, Nueva York, decidió quitarse la vida por el acoso (o “bullying”, como lo llaman en inglés) que sufría por parte de sus compañeros de escuela al ser “rarito”, “diferente”. Y casi por los mismos días del suicidio de Rodemeyer, el famoso bloguero de espectáculos, Perez Hilton, lanzó su libro para niños The Boy With Pink Hair con el que intentó crear conciencia sobre la diferencia sexual desde los primeros años.
Una de las premisas del movimiento gay de los años setenta era pedirles a las personalidades de variadas áreas que salieran del clóset públicamente, la llamada “visibilidad”: la idea era que si la gente veía que estábamos en todas partes y que éramos personas como cualquier otra, se reduciría la condena social contra los gays y, sobre todo, habría ejemplos más dignos de mostrarnos para que a otros les ayudara a asumirse sin ningún temor. Que la gente se diera cuenta de que era la misma cosa pero al revés, como en una famosa canción ochentera de Boy George, The Samething in Reverse (en la que, además, se declara un “kamikaze queer”). Intelectuales como Susan Sontag se negaron a participar en esa campaña, aunque nunca fue secreto su relación por años con la fotógrafa Annie Liebovitz, y aquí el caso más notorio fue el del cronista Carlos Monsiváis. Otra de las estrategias del movimiento fue apropiarse de figuras gays importantes de la historia para reivindicar esta sexualidad y hacerle ver a la gente que estábamos en todos lados, en todas las profesiones y que no sólo éramos una presencia chistosa para hacerlos reír o que no todos los gays habían vivido sufriendo y padeciendo por su sexualidad.
Dentro de estas figuras hubo quienes sí lo declararon (o al menos no lo ocultaron) y hubo otros que se negaron a reconocerlo o lo hicieron público forzados por las circunstancias. Dentro de los que sí lo declararon están los escritores Jean Cocteau y André Gide, tal vez de los primeros que fueron tomados como estandarte de la comunidad gay. En los españoles, los conocidos como “La generación del 27” hubo casos como el de García Lorca, quien a pesar de ser un gay notorio no publicó en vida sus “Sonetos del amor oscuro”, y Vicente Aleixandre, quien siempre escribió en femenino lo que a todas luces era masculino, al contrario de su compañero de generación Luis Cernuda, quien desde uno de sus primeros libros reivindicó con rebeldía “Los placeres prohibidos” y el amor al cuerpo juvenil masculino. En México, los casos más conocidos son los de Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer y Elías Nandino, el conocido grupo de “Los Contemporáneos”: radicales y transgresores, a su manera, al menos en su obra literaria no ocultaron su sexualidad. Otros escritores que nunca la ocultaron fueron Truman Capote, Gore Vidal, James Baldwin y Tennessee Williams, aunque en las obras de teatro y novelas de este último, los personajes homosexuales viven negando su sexualidad y eso es lo que desencadena sus tormentos y el drama de la historia. Lo contrario sucede en las obras del inglés Christopher Isherwood donde los gays viven su sexualidad plenamente, sin conflicto interno alguno: sus relatos sobre el libertino ambiente de Berlín a finales de los años veinte fueron la inspiración para el archiconocido musical Cabaret tanto en el teatro como en el cine, esta última versión la protagonizó Liza Minelli en 1972.
En el mundo de la farándula los casos no son la excepción: se han declarado gays los cantantes Boy George, Elton John, el vocalista de REM, Michael Stipe, el bajista de Placebo, Stefan Olsdal, y Neil Tennant, de Pet Shop Boys, no así su compañero Chris Lowe. Andy Bell, vocalista de Erasure, reconoció su homosexualidad desde hace más de 20 años, poco después de haber iniciado con el grupo, y en 2004 dio a conocer que era seropositivo y que sabía de su infección desde 1998. Jake Shears, el cantante masculino de Scissor Sisters, en entrevista a la revista Out en 2003 se desclosetó y declaró: “No me gusta una doble vida, yo soy como soy, y me apena que haya gente que tenga que aparentar ante su familia o amigos, o en su trabajo, para conseguir lo que quiere”. Otros que han salido del clóset públicamente son los actores Zachary Quinto, Matt Bomer y Ben Whishaw (el protagonista de El perfume), así como Anderson Cooper, conductor de la cadena CNN. Y también en los deportes ha habido casos: la gran campeona del tenis Martina Navratilova, Gregg Louganis, el jugador de la NBA Jason Collins, Robbie Rogers en el equipo de futbol de Los Angeles y el boxeador puertoriqueño, Orlando Cruz. Con tanta apertura es de suponer que muchos otros lo harán en próximos años.
Por su parte, el cantante George Michael se vio forzado a admitirlo luego de que fuera detenido por ligar en el baño público de un parque de Los Ángeles, anécdota que parodió en el video de su canción “Outside” (1998). Freddy Mercury, el vocalista de Queen, murió sin admitir públicamente su homosexualidad aunque posteriormente se supo de las relaciones de pareja que mantuvo con dos hombres. La mejor respuesta, sin duda, ha sido la de George Clooney quien, para acallar los rumores sobre su supuesta homosexualidad, en diciembre de 2013 respondió que para él ser gay no era nada malo así que no tenía que desmentir o confirmar nada. En México el primero en hacerlo fue el actor y cantante Christian Chávez, luego Ricky Martin, previo a la salida de su libro Yo (Plaza y Janés, 2010), en cambio, Juan Gabriel nunca lo declaró ni lo asumió públicamente, no se metió en ese embrollo: “Pero qué necesidad, para qué tanto problema”, diría en una de sus canciones. En 2002, a pregunta expresa del periodista Fernando del Rincón de la cadena estadounidense Univisión, y luego de varios rodeos, le contestó con su multicitada frase: “Dicen que lo que se ve no se pregunta, mijo”. En esa respuesta dicen más sus rodeos, su no decir para decir, que rematan con una frase que literalmente no dice nada pero en el fondo lo dice todo.
Aunque él no lo haya dicho abiertamente, los gays nos apropiamos de la imagen de Juan Gabriel como lo hicimos con tantos otros y así como las feministas se apropiaron de sor Juana, porque el icono del Divo de Juárez, con gestos afeminados, de voz meliflua cuando hablaba o tipluda al cantar, cejas depiladas, vestido con chaquetas de lentejuela y chaquira en colores vivos, representaba bien el estereotipo del joto mexicano, o al menos de la idea propagada por las películas mexicanas de los años ochenta. Gracias a su histrionismo, a sus devaneos, a su presencia flamboyante, no había necesidad de cuestionarse ni de asumirse: como a Oscar Wilde, el marqués de Queensberry podría acusarlo de “posing as a sodomite”: es decir, si parecía es porque lo era. Y ya en esas podía ser la representación de la masculinidad y al mismo tiempo que de la feminidad: echándose encima una copa de coñac cantaba desgañitándose: “Por qué me haces llorar y te burlas de mí, si sabes tú muy bien que yo no sé sufrir. Yo me voy a emborrachar, a no saber de mí, que sepan todos que hoy tomé y que hoy me emborraché por ti”.
En un país profundamente católico, misógino, machista y homofóbico como el nuestro, desde el escenario Juan Gabriel desafiaba al macho mexicano, sabía doblegarlo, hacerlo llorar en público al lado de su esposa o de toda su familia, o de plano ponerlo a jotear. Si arriba del escenario los mariachis, ese epítome del “macho calado”, se contoneaban y se prestaban al juego de hombros y caderas, abajo los hombres no tenían porqué contenerse: bailar, cantar, reír, llorar “así sin pena”. ¿A qué se debía este fenómeno? Desde los estudios del doctor Kinsey hasta la teoría del “falo ciego”, han documentado lo frágil de la masculinidad, los escarceos sexuales de los hombres con alguien de su mismo sexo, de la prueba del hombre que es más hombre cuando se puede acostar lo mismo con la esposa que con el compadre o la loquita del pueblo. Más que callarle la boca al machismo, Juan Gabriel lo hizo cantar.
Casi cuarenta años después, la campaña de visualización ha rendido frutos. Cuando uno se asume plenamente y deja atrás todos los tormentos de la adolescencia entonces descubre el fascinante mundo gay y comprueba que, en efecto, todo se puso tan bien que se puede tener una vida plena y amar a quien te ama.
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